Revelan los mitos y verdades de los remedios de la abuela

DATA_ART_1450297Un estudio traza los límites entre lo inofensivo y lo que puede ser peligroso. LA CIENCIA PUSO LA LUPA SOBRE LAS RECETAS DE LA ABUELA. SI BIEN SE RECONOCE SU EFICACIA EN MUCHOS CASOS, SE ALERTA SOBRE ALGUNOS PRODUCTOS Y ACERCA DEL PELIGRO DE “LA EXAGERACIÓN”

“Generalmente existe un trasfondo de verdad, pero muchos se transforman en un mito porque están exagerados hasta límites insospechados”. Así se refirió la investigadora del Conicet Valeria Edelsztein a los tradicionales remedios caseros, durante una extensa charla en la que abordó los mitos y verdades sobre las comúnmente conocidas como “recetas de la abuela”, a las que miles de personas recurren a diario para combatir dolencias y hasta enfermedades.

La joven investigadora disertó acerca de los límites entre lo inofensivo y lo dañino respecto de los medicamentos caseros más conocidos, en el marco del “Ciclo de conferencias para la difusión de la cultura científica” organizado por el Instituto de Investigaciones Fisicoquímicas Teóricas y Aplicadas (Inifta), uno de los tantos centros denominados “de doble dependencia” debido a que depende del Conicet y de la Universidad de La Plata.

Subrayando la importancia de la consulta al médico “en todos los casos”, Edelsztein exploró el trasfondo científico de las “recetas de la abuela”, de aquellos trucos de los que todos -en mayor o en menor medida- echan mano con frecuencia. Es que más allá de su popularidad, de su transmisión de generación en generación y, muchas veces, de su eficiencia en los resultados, poco se conoce sobre su origen y fundamentos.

En ese contexto, la especialista se refirió al “porqué” de algunos clásicos como el clavo de olor para el dolor de muelas, la sopa de pollo para el resfrío, el jugo de remolacha para la presión, la zanahoria para la vista, la miel para la tos y el anillo de oro para los orzuelos, entre otros.

La experta de la Unidad de Microanálisis y Métodos Físicos aplicados a la Química Orgánica (Umymfor) apuntó que lejos de tratarse de meras leyendas, en casi todos los casos los alimentos o materiales utilizados efectivamente hacen algún aporte desde su composición química, ya sea a través de algún elemento o proceso que, en la interacción con el cuerpo humano, resulta beneficioso.

UN EJEMPLO “NARANJA”

En tal sentido sostuvo -como se indicó- que “generalmente existe un trasfondo de verdad, pero muchos se transforman en un mito porque están exagerados hasta límites insospechados”, realzó, y apeló a un claro ejemplo: “La naranja tiene Vitamina C, necesaria para nuestros procesos de defensa, pero no es cierto que por empezar a tomar jugo desde enero lleguemos al invierno sin enfermarnos”, dijo, haciendo alusión, en este caso, a un viejo mito.

Y lo explicó. “La Vitamina C es soluble en agua y tiene la característica de no ser acumulable, con lo cual el cuerpo utiliza lo que le hace falta y desecha el resto”.

“Según la Organización Mundial de la Salud -continuó-, entre 40 y 60 miligramos diarios cubren nuestras necesidades básicas. Si incorporo más, luego lo elimino por orina”, expresó.

Y, acto seguido, puso la ciencia sobre la mesa al afirmar que “hay estudios que demuestran que si el promedio de días que pasamos resfriados al año es de doce, tomar mucha Vitamina C disminuye ese número a once y medio, es decir que la diferencia no es significativa”, afirmó la experta, durante una amena y distendida charla que se llevó a cabo a sala llena.

no todo lo que brilla…

Edelsztein también reflexionó acerca de la frecuente presunción de que todo aquello que es natural necesariamente también es inocuo. “Esto no es así -aseveró-. Hay muchas plantitas, yuyitos y tecitos que parecen inofensivos pero que, si estamos pensando en incorporarlos como un hábito diario tenemos que consultar al médico, porque es necesario conocer sus contraindicaciones y sus efectos secundarios”, puntualizó.

Fue entonces cuando abordó un tema de sumo interés, como “la diferencia entre virus y bacterias, conceptos muchas veces confundidos”. “Se suele pensar ‘los dos son chiquitos y nos enferman, deben ser más o menos parecidos’”, bromeó la investigadora, para explicar de manera muy sencilla las características de cada organismo y la importancia de distinguirlos.

“Una bacteria es una célula, mientras que un virus es una ‘bolsita’ de proteínas que necesita parasitar a un ser vivo para desarrollarse. Para atacar a la primera se recetan antibióticos, que significan anti-vida, que la matan a ella pero no a la persona porque tienen lo que se llama toxicidad selectiva”, señaló y continuó: “En cambio, no existen tantos antivirales porque los virus, al ser tan simples, es más complicado encontrar un sitio de ataque. Cuando tenemos una infección viral, en general el médico nos aconseja guardar reposo durante el tiempo que dure el cuadro, de 7 a 10 días”, recordó, para finalizar con un fuerte llamado de atención sobre la automedicación.

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