Rubén Manzo, investigador farmacéutico. A pesar del poder de fuego de los fármacos, las malas prácticas contribuyen a que surjan microbios más resistentes, señala/ Investiga en nanofármacos.
Su padre esperaba que volviera a su Hernando natal a poner la farmacia. Pero Ruben Manzo se convirtió en científico. Es investigador principal de Conicet y profesor emérito de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC). Un referente nacional en farmacología.
Este año vio coronado uno de sus anhelos profesionales. Se creó la Unidad de Investigación y Desarrollo en Ciencia y Tecnología Farmacéutica (Unitefa) de pendiente de Conicet y la UNC. A sus 65 años, ya no puede ser el director, pero eso no le quita el sueño. “Con la edad uno va deslindando responsabilidades, porque afortunadamente queda un grupo muy sólido. No es fácil hacer una masa crítica de personas”, dice.
Los costos y tiempos para crear un nuevo fármaco son inalcanzables para un instituto nacional. Pero sí pueden trabajar en nuevas formas para suministrar las drogas ya existentes. En esa línea de investigación trabaja Manzo.
–¿Cómo puede mejorarse un fármaco?
–Hay fármacos que por la vía oral no se absorben muy bien. En general el 20 o 30 por ciento llega a la sangre. Otros son irritantes gástricos, por lo que se busca minimizar este efecto. El paradigma actual es llegar al blanco terapéutico la mayor cantidad de moléculas del principio activo y que no se dispersen en todo el organismo.
–Se habla de que el futuro son los nanofármacos. ¿Ya hay alguno en el mercado?
–Sí. Un ejemplo, son los liposomas, un molécula lipídica que adentro puede contener algo soluble en agua. Se conocen desde los años sesenta pero recién en 2004 se aprobó el primer inyectable. Se llama daunorrubicina. Es antibiótico y quimioterapéutico. Fue aceptado para pacientes con sarcoma de Kaposi. El fármaco se inyecta en sangre, circula y se va acumulando en el sarcoma.
–¿En qué trabaja su grupo?
–En varias líneas. Un ejemplo es un desarrollo a partir de aceite de jojoba. Argentina es uno de los principales productores del mundo. Mejoramos la eficacia de absorción de un antiviral y de un antiinflamatorio que se aplican en la piel. El estudio fue patrocinado por una empresa y logramos una patente.
–¿Qué otras líneas de desarrollo tienen?
–Estamos tratando de mejorar la absorción intestinal de otras drogas favoreciendo la adhesión del comprimido al intestino y la interacción con las células intestinales. También en medicamentos huérfanos que la industria no hace porque no son redituables o porque no tienen una estabilidad apropiada para producirlos y distribuirlos en tiempo y forma.
Buenas prácticas
–Además de la tecnología farmacéutica, otra forma de mejorar la efectividad de las drogas es trabajar en el uso de los remedios. ¿Hay buenas prácticas en el país?
–Tenemos fallas culturales grandes que hay que superar, tanto en el paciente, el médico y el farmacéutico. Las normas no se respetan.
–¿Cómo se revierte eso?
–Hay que educar a los profesionales. El farmacéutico es el último que ve al paciente antes de que tome la droga. Entonces, no solo debe entregarle el producto sino también darle indicaciones para que lo utilice bien. Señalar cuestiones que le médico se olvida porque está más focalizado en el diagnóstico.
–Pero pareciera que el farmacéutico solo vende medicamentos.
–A veces. Como cuando vamos al médico y la que receta es la secretaria. O cuando el propio paciente compra antibióticos. O no se consumen en la dosis justa. Así es como se propicia que los microbios se vuelvan más resistentes. La batalla la van ganando los microorganismos.
–¿A pesar de que se logran nuevos fármacos?
–Sí. Siempre surgen nuevas bacterias resistentes que generan infecciones hospitalarias. También contribuye el mal uso de los antibióticos que se hace a nivel veterinario. El surgimiento de cepas resistentes es muy crítico. Se hacen nuevos fármacos, pero a la industria no le es muy atractivo. Los antibióticos no se consumen mucho. En cambio, un hipertenso debe tomar su remedio todos los días. La industria está más interesada en desarrollar medicamentos para las enfermedades crónicas porque son más redituables.
Instituto único
La Unidad de Investigación y Desarrollo en Tecnología Farmacéutica (Unitefa) es única en el país porque no sólo se dedica a la ciencia básica, sino también a desarrollos tecnológicos farmacéuticos. 30 investigadores trabajan en la creación de nuevos portadores de fármacos y en estudios biofarmacéuticos.