Córdoba: Entre el diagnóstico y las pastillas

Son habituales las prescripciones de déficit de atención con hiperactividad, aunque este recién puede detectarse a los 6 años. Hay sobrediagnóstico y mal uso de las pastillas. Los consultorios neurológicos y psiquiátricos de los hospitales están desbordados.

“Vemos chicos muy chiquitos que entran a salita de 4 con medicación. Cuando están medicados nos preocupa, porque los niños a esa edad, por naturaleza, son movedizos. Hay que preguntarse cuánto soportan los padres que los chicos se muevan, que lloren”. La psicopedagoga Carolina Heredia resume lo que es moneda corriente en las escuelas en los últimos años. Cada vez niños más pequeños cargan tempranamente con el diagnóstico de hiperactividad. El incremento guarda relación con la escolarización cada vez más temprana.

Algunos, incluso, reciben su dosis diaria de metilfenidato (Ritalina, en uno de sus nombres comerciales), un psicotrópico que mejora la atención y tranquiliza. Sin embargo, la medicación está recomendada recién a partir de los 6 años.

Aunque el tema se discute desde hace décadas, los expertos coinciden en que, en los últimos años, el déficit de atención con hiperactividad está sobrediagnosticado y hasta sobremedicado.

Mónica Heredia, jefa del departamento de Salud Mental del Hospital Pediátrico, alertó: “Se han observado diagnósticos de déficit de atención que llegaban de distintas instituciones que nos preocuparon por la edad (a veces entre los 2 y los 4 años), y también inquietud por la medicación indicada, lo que angustia a los padres, a la vez que rotula al 
niño”.

“Se ven muchos problemas de conducta y familiares, como falta de límites, que se diagnostican como trastornos de la atención”, indicó Adriana Partamian, jefa de Neurología del Pediátrico. Precisó, en este sentido, que de acuerdo con la bibliografía internacional, esa dificultad tendría una prevalencia que oscila entre el tres y el cinco por ciento.

“Habría un sobrediagnóstico”, advirtió Mónica Heredia, y precisó que, aunque el diagnóstico es clínico, hoy existen criterios claros para determinarlo. “Hay dos manuales: uno es el DSMIV, con el trastorno de déficit de atención y comportamiento perturbador; y el otro es el CIE10, con el trastorno de la actividad y la atención, si bien en realidad los dos describen los mismos síntomas, con desatención más o menos prolongada”, explicó. Y, para confirmarlo, remarcó, los síntomas deben extenderse al menos por seis meses.

Consultorios saturados. El Servicio de Salud Mental del Hospital Infantil está saturado. El primer día de cada mes se abre el turnero a las 7.15, y a las 10.30 no hay más turnos para los próximos 30 días. Se estima que 70 nuevos pacientes se quedan sin un lugar para la consulta cada mes, sólo en este hospital. Los tres psiquiatras de la institución atienden, en promedio, unas dos mil consultas por año. En 2011, el 44 
por ciento fue por déficit atencional.

En el Hospital Pediátrico, la demanda aumenta año a año. En este momento, esa problemática representa el 11,42 por ciento de las consultas que ingresan al Servicio de Salud Mental. “No es el principal trastorno que tratamos, pero en general son casos muy complejos”, dijo Mónica Heredia.

Según estadísticas de la ex Casa Cuna, la enorme mayoría de los diagnósticos corresponde a varones (el 92 por ciento), y la mayor demanda se vincula en forma directa al ingreso a la primaria, ya que son los niños de 6 años (el 36 por ciento) quienes, junto con los de 7 años, conforman el 52 por ciento de todos los pacientes con esa dificultad.

Mónica Heredia consideró que “mucho de lo que viene diagnosticado como déficit atencional, en realidad se vincula a problemas de falta de límites y confusión en los roles paternos, que no pueden sostener un orden y una organización que los chicos necesitan”. Por esa razón, explicó, es central el trabajo conjunto entre el equipo de salud, los padres y los docentes, con talleres y grupos.

La pastilla no es mágica. El metilfenidato siempre ha estado en el ojo de la tormenta por el temor a que genere adicción o porque se utilice como solución rápida para un problema que no siempre requiere un soporte químico. “De diez pacientes, cuatro requieren medicación. Pero la medicación sola no basta; depende de si el colegio está dispuesto a llevar a cabo algunas pautas que solicitamos y si el hogar es contenedor, entre otras cosas”, explicó Ruth Mahieu, pediatra y psiquiatra infantil del Hospital Municipal.

En el Pediátrico, el 15 por ciento de quienes confirman el diagnóstico necesitan medicación.

“Esta es la pastilla fantástica para las madres y maldita para las psicopedagogas. En realidad, no es ni una cosa ni la otra. Si realmente el niño la necesita, le va a hacer bien. Después de un mes o mes y medio, se prueba cómo funciona sin medicación”, asegura el neurólogo Raúl Córdoba.

La “pastilla” es famosa en los ámbitos escolares, y conocida por maestros y madres que la recomiendan de boca en boca, a pesar de que se vende con una receta por triplicado (con copia al Ministerio de Salud). “Hay sobrediagnóstico, y también hay una sobremedicación. No sólo por parte de los profesionales, sino también de las familias”, indicó Mahieu.

Hay padres que no respetan la dosis. Más de 10 miligramos es excepcional para niños del primario, ya que la medicación actúa durante cuatro horas. “Hay madres que quieren que el chico esté estático también en la casa, entonces le repite la dosis. Nosotros nos damos cuenta cuando vienen a pedir la receta”, subrayó Mahieu.

En otros casos, las madres se “prestan” pastillas para los hijos, sin ninguna recomendación médica ni estudio realizado. O llegan a la consulta rogando por los comprimidos. “Hay madres que dicen: ‘Dele la pastilla porque este chico está inaguantable’. Cuando nos dicen así, empezamos a tener ciertos reparos. ¿Por qué quiere medicarlo tan rápidamente? ¿Qué está fallando que no lo puede contener?”, se pregunta la psiquiatra del Infantil.

En el mismo sentido, la preceptora de un colegio privado aseguró que se detectaron casos en que los alumnos compartían las pastillas antes de un examen.

Miradas

Viviana, madre de un nene con déficit de atención con hiperactividad: A Agustín le diagnosticaron déficit de atención con hiperactividad a los 5 años, cuando iba a jardín de infantes. “No se quedaba quieto, pero no era agresivo. No podía manejar sus impulsos”, recuerda Alejandra, su mamá.

Cuando el neurólogo de una clínica privada le recetó Ritalina por primera vez, el niño comenzó a experimentar algunos cambios positivos en su conducta. Pero la medicación generó problemas, y hasta serias disputas, dentro del hogar.

“Quien entonces era mi marido no quería que lo medicaran. Lo golpeaba para que se quedara quieto”, cuenta la mamá de Agustín, hoy de 13 años.

Al problema médico se sumaron episodios de violencia familiar que terminaron en Tribunales, con un divorcio y la suspensión del tratamiento.

“En cuarto grado tenía muy malas notas. Yo ya no podía enviarlo a una clínica privada, así que lo llevé al Infantil”, cuenta.

Allí lo vio un neurólogo y luego una psiquiatra, quien, tras confirmar el diagnóstico, volvió a medicarlo. “Se vieron cambios en el colegio, pero el medicamento solo no alcanza. Los padres tenemos que marcar límites, y las maestras tienen que acompañar”, planteó la mamá.

Al ingresar a primer año le suspendieron el tratamiento. Y hoy, cuenta Alejandra, tiene un buen rendimiento escolar.

Viviana, madre de una chica con déficit de atención con hiperactividad: A Elena le detectarondéficit de atención con hiperactividad cuando iba a segundo grado. La psicopedagoga del colegio la derivó a una neuróloga, quien le recomendó una dosis de 10 miligramos de metilfenidato para ir a la escuela y media pastilla a la tarde, cuando hacía la tarea.

“Me alarmó la cantidad, pero la neuróloga me dijo que hay chicos que consumen hasta cinco pastillas por día. Me explicó que es una droga que tiene efectos colaterales a nivel cardíaco, y que debía hacerle cada seis meses un electrocardiograma”, contó Viviana, la mamá.

Y agregó: “En ese momento ni sabía que existía esta medicación. Me preocupó al principio, pero luego me tranquilizó saber que debía tomarla sólo cuando iba al colegio y no los fines de semana. El tema generó conflictos con mi marido, que no estaba de acuerdo”.

Cuando Elena tomaba la medicación se concentraba más, y podía estudiar una hora seguida, reconoce Viviana. Pero cuando entró al secundario, no quiso tomar más la pastilla.

“Me decía que era una contradicción que le hablara en contra de las drogas y le hiciera tomar esta. Era una actitud de rebeldía contra mí. La dejó de tomar y su rendimiento cayó muchísimo”, explica Viviana. La chica repitió tercer año y hoy cursa un bachillerato acelerado.

Qué hacer en la escuela y en la casa

El asiento. Ubicar el banco del niño lejos de ventanas y puertas pero cerca de la maestra.

Designarle un compañero como “socio de trabajo”. Lo ayudará a copiar la tarea, organizar los útiles y recordarle que no olvide sus objetos personales.

Las consignas. Deben ser simples y claras. Hay que asegurarse de que las haya comprendido totalmente.

Sugerencia. Mantener el contacto visual con el alumno cuando se dan las instrucciones.

Contención. Estimular rutinas de organización de tareas.

Desarrollar hábitos. Fomentarle qué hacer, cómo hacerlo y dónde guardarlo.

Acortar tiempos de trabajo. Darle minirrecreos para volver a enfocar bien la tarea. Así se evita la fatiga. (Enviarlo a buscar tizas, registros).

El 70% de los casos llega de las escuelas

El dato es coincidente en todos los hospitales públicos que atienden niños.

La gran mayoría de los niños que pisan un consultorio neurológico lo hace a instancias de un maestro.

“El 80 por ciento de los casos que llegan son por problemas de aprendizaje. El 70 por ciento es derivado de las escuelas”, explicó el neurólogo Raúl Córdoba. El dato en coincidente en todos los hospitales públicos que atienden población infantil en Córdoba.

“Hay falta de compromiso escolar. Todo parece déficit atencional. El problema es cómo tratar a los niños. Hay maestras que me dicen: ‘Doctor, no hizo nada en la prueba’. Y yo digo: si sabe que vuela, ¿por qué no se acercó, por qué no lo acarició, por qué no lo puso al lado de los chicos atentos, en los primeros bancos, por qué no lo estimuló, por qué no le dio tiempo extra? Si pudiéramos hacer estas cosas, y no hace falta hacer un curso de pedagogía para darse cuenta, las consultas bajarían un 30 por ciento”, planteó Córdoba.

En este sentido, el neurólogo aseguró que ha tenido pacientes que no necesitaron medicación cuando tuvieron una maestra que los apuntaló y los acompañó.

En algunos casos, los docentes envían órdenes para 
electroencefalogramas, porque ignoran que el diagnóstico de déficit atencional es ciento por ciento clínico.

“La medicación se podría dar toda la vida. Al mes y medio se prueba con sacársela, y ver cómo funciona. No genera acostumbramiento y cuando el niño crece no precisa mayor dosis. Siempre hay que intentar ver cuándo se la podemos sacar”, remarcó Córdoba.

El neurólogo, que trabaja en hospitales públicos y clínicas privadas, advirtió que sería más útil que en un jardín de infantes hubiera un gabinete psicopedagógico en lugar de inglés o computación.

“No puede ser que se manden cinco o seis chicos por aula”, indicó.

En ese sentido, manifestó: “Si el porcentaje de trastorno atencional es entre el tres y 
el cinco por ciento, debería haber uno, dos o tres como máximo. Hay que apoyar a los docentes para que no sean tan derivadores”.

Y agregó: “No se soluciona todo con una pastilla ni tampoco se debe negar cuando hace falta”.

En el Hospital Pediátrico, el 28 por ciento de los casos llega derivado de las escuelas, y el 36 por ciento viene del servicio de neurología. La jefa de Neurología de este hospital, Adriana Partamian, recalcó: “A la mayoría de los niños que recibimos los manda la maestra o la psicopedagoga”. En algunos casos, las mismas escuelas “presionan” para que el niño sea medicado.

“No suele haber nadie que medie entre la maestra y el neurólogo, cuando lo ideal sería que hubiera una instancia intermedia, que debería ser el pediatra, que derivara al especialista en los casos en que es realmente necesario”, consideró. Afirmó, además, que estos niños requieren una atención interdisciplinaria que va mucho más allá de la medicación.

Qué dicen las escuelas. La directora de una escuela privada señaló que, desde hace un tiempo, se observa un uso más selectivo y criterioso de la Ritalina que se prescribe a los alumnos, en relación con años atrás. “Antes parecía como una moda, y que se usaba como una especie de ‘chupete médico’ para tener calmados a los chicos. Ahora está bastante más cuidado a qué chico se le indica y a cuál no”.

Pero también destacó que si bien antes se podía sospechar un uso excesivo de la droga, en los casos en que la prescripción es adecuada, la medicación impacta positivamente en los niños.

“Esto se ve no sólo en lo académico sino también en lo social, porque también mejora la relación con sus compañeros. Son más aceptados, se sienten queridos, además de que sienten que pueden hacer cosas”, 
afirmó.

En aumento. La psicopedagoga Carolina Heredia, que trabaja en gabinetes de instituciones públicas y privadas, aseguró a este diario que los casos de chicos medicados aumentaron en los últimos cinco años.

“Estoy sorprendida por el discurso de los padres, agradecidos porque el medicamento solucione lo que ellos no pueden. Muchas veces se deja en mano de la medicación cuestiones que tienen que ver con conductas, que tienen que ver con los vínculos”, planteó.

Cuatro marcas

Anmat. El organismo tiene registradas en su página oficial cuatro marcas comerciales de medicamentos cuyo principio activo es el metilfenidato y que son elaboradas por laboratorios diferentes.

Gratis. El Hospital Infantil provee la medicación de manera gratuita a sus pacientes. El Programa de Entrega de Medicamentos a Pacientes Crónicos contempla este fármaco.

En Córdoba se hacen unas 1.500 recetas por mes

La venta del fármaco se incrementa en forma notable en marzo, en coincidencia con el comienzo de las clases.

En la provincia de Córdoba se comercializan cada mes numerosas recetas con prescripción médica de metilfenidato, el principio activo de los fármacos destinados a tratar el déficit atencional, que se venden bajo receta oficial archivada.

Por mes rondan las 1.500, de acuerdo con los datos provistos por la Dirección de Jurisdicción Farmacia del Ministerio de Salud de la Provincia, a cargo del control en Córdoba.

En la provincia, de acuerdo con los datos provistos por la cartera sanitaria, este año se registra una ligera merma en la cantidad de comprimidos comercializados, en relación con 2010 y 2011.

Mientras en los años anteriores se expendían alrededor de 58.300 comprimidos al mes, en lo que va de este año el promedio mensual es de 51.700 unidades, lo que implica una reducción del 11,3 por ciento con respecto a 2010 y 2011.

En la Dirección de Farmacia se informó, a su vez, que, si bien los datos se mantienen uniformes en el tiempo, 
“es notable cómo se incrementa la cantidad de unidades comercializadas en el mes de marzo”.

Por otra parte, como un indicio de lo que podría estar ocurriendo en el país con la prescripción de fármacos para tratar el déficit de atención, de acuerdo con la información brindada por la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat), desde 2010 se advierte un aumento en los kilos de metilfenidato que los laboratorios importan año a año para la elaboración de estos fármacos. El principio activo no se produce en el país.

Mientras entre 2005 y 2009 lo que se importó osciló entre 37,19 kilos y 43,9 kilos, en 2010 fueron 54,75 y en 2011 60,25, en tanto que en lo que va del año son 36,49 kilos.

De acuerdo con fuentes de la industria farmacéutica, aunque no todo lo que los laboratorios elaboren en el país necesariamente se comercializa sólo en la Argentina, las cifras podrían reflejar una tendencia de lo que sucede con las distintas marcas comerciales que hay del medicamento.

Con estricto control.

 El metilfenidato es un estimulante del sistema nervioso central que está clasificado en el país como un psicotrópico lista II, de acuerdo con la ley nacional de psicotrópicos, 
N° 19.303. Esto implica que 
los fármacos que lo contienen están sujetos a un control especial.

Por esa razón, esa medicación sólo se vende bajo receta oficial archivada, y debe ser prescripta en recetarios oficiales de psicotrópicos, que se entregan en forma gratuita por la Dirección Provincial de Farmacia a los profesionales que la requieren, previo cumplimiento de una serie de requisitos.

De ese modo, en Córdoba, Farmacia lleva el control de los vales oficiales de venta desde las droguerías hasta las farmacias, así como de las recetas oficiales remitidas desde las farmacias al Ministerio después de la venta.

Marcela Fernández y Mariana Otero, La Voz del Interior 08-07-12