Se trata de Racotumomab, una vacuna contra los tumores de pulmón, que –según el Instituto Nacional del Cáncer– son los que más muertes causan en el país, con aproximadamente 9000 por año.
“A las ya conocidas herramientas terapéuticas contra este cáncer (la radioterapia y quimioterapia), se agrega una vacuna que no previene el tumor pero sí promueve su destrucción por el sistema inmune del propio organismo”, explica Daniel Alonso, director Científico del proyecto, que comenzó en 1995 y reunió a profesionales pertenecientes de las universidades de Quilmes y Buenos Aires, del Instituto Roffo, del hospital Garrahan y del Conicet, quienes trabajaron junto con el Instituto de Inmunología Molecular de La Habana, Cuba. En una primera instancia, el fármaco triplicó la cantidad de pacientes que viven dos años después de su aplicación, pasando de 8 a 24 por ciento. Actualmente, se encuentra en una segunda fase, que consta de una demostración preliminar ya realizada en 400 personas.
Estos estudios lograron, en países como Cuba y la Argentina, registros condicionales, que permiten su comercialización (en el país, lo vende el Laboratorio Elea y el precio por dosis ronda los $ 15.000). La fase tres se concretará cuando alcance a 1000 pacientes y habilite a la vacuna a estar en todo el mundo. Para llegar a la inversión requerida, de US$ 100 millones, se conformó un consorcio representado por fondos públicos, del Ministerio de Ciencia y Tecnología, y privados, aportados por compañías como grupo Insud. Alonso destaca la posibilidad de hacerle frente a los grandes del exterior: “Competimos con productos de empresas enormes, con estructuras impensadas para nosotros. No estamos acostumbrados a registrar innovaciones como estas. Tenemos, entre manos, algo que puede marcar una huella”