El Consejo Provincial del Colegio de Psicólogos encendió la luz de alarma ante el fenómeno de la patologización de la infancia. A través de un comunicado, las autoridades de la entidad -que nuclea a los profesionales de toda la provincia- advirtieron que “es un riesgo seguir usando el manual de diagnóstico DSM V de la Asociación Americana de Psiquiatría”. “Lo único que hacen esas clasificaciones es responder a las necesidades de los grandes laboratorios”, cuestionó en contacto con Rosario3.com, Jorge Portaneri, presidente del Colegio de Psicólogos de la Provincia de Santa Fe de la 1ª Circunscripción. Además, en el comunicado manifestaron que las concepciones que anida ese manual “permitieron que se aprobara en Santa Fe una ley de autismo que maneja cifras elevadísimas: se habla de 32.000 niños con autismo en la provincia”.
El DSM es el manual que se utiliza para clasificar las patologías mentales a través de un test de evaluación donde entran en juego instrumentos para estandarizar comportamientos pero también para encasillar el sufrimiento de niñas, niños y adolescentes. El DSM, según los psicólogos, escapó al ámbito específico de la psiquiatría y comenzó desde hace varios años a ocupar otros territorios: escuelas, gabinetes, hospitales, médicos clínicos, juzgados.
Es la hora del recreo. Un grupo de niños juega a la pelota mientras M. se queda sentado bajo un árbol. Primero hace andar un autito en la tierra, luego toma una pequeña rama y en silencio y sin levantar la vista hace trazos en el suelo. Las maestras lo observan alejado del grupo y enseguida sacan una instantánea. “M. no demuestra interés por el deporte competitivo, tiene problemas para entablar conversaciones y siempre parece estar en la Luna”, según el ojo que lo mira y que en muchos casos está atravesado por las indicaciones de este manual de la Asociación Americana de Psiquiatría que desde hace tiempo preocupa a los profesionales especializados en piscología infantil.
En Santa Fe y nucleados en el Colegio de Psicólogos, esta semana los profesionales respondieron con críticas fuertes “a la patologización de la infancia que impulsa el manual que no hace más que rotular y clasificar síntomas para medicar o tratar de forma extrema”.
Según Portaneri, “el manual sigue ampliando la lista de trastornos hechos a la medida de la industria farmacéutica. Ya en 1980 se habían añadido 112 nuevos trastornos mentales a la tercera edición del DSM, en la tercera edición revisada (1987) y en la cuarta (1994) aparecieron otros 58 trastornos más”.
¿Qué es lo normal y qué lo anormal? Establecer el límite mediante el DSM es cada vez más difícil. En EE.UU. declararon como “trastorno” la adicción a la computadora, al chat, a la cirugía estética, entre otros. Es así que si esas conductas son diagnosticadas como trastornos psiquiátricos, los seguros médicos están obligados a cubrir el tratamiento, por lo cual los laboratorios fabricantes de psicofármacos engrosan sus ganancias de la mano de la ampliación de estos criterios.
“Lo que más preocupa es que se está usando para determinar ya en un niño de 18 meses que tiene una enfermedad incurable, que sólo puede ser tratada sintomáticamente lo cual marcará seriamente su vida de ahí en más. Y en muchos casos no son los profesionales los que diagnostican sino los padres y maestros”, apuntó.
Las etiquetas que se importan
El “trastorno de ansiedad social”, llamado primero “fobia social”, fue uno de los siete nuevos trastornos de ansiedad creados en 1980. Para la década de 1990 los expertos lo llamaban “el trastorno del decenio” e insistieron que hasta uno de cada cinco estadounidenses lo padecía. En 1987 se le añade la aversión a hablar en público lo que lo hace aún más elástico para incluir prácticamente a todo el mundo.
Los diagnósticos correspondientes al trastorno bipolar aumentaron en 4.000% y la sobremedicación es imposible sin sobrediagnóstico. Según el comunicado del Colegio de Psicólogos, “uno de los responsables de la llegada del trastorno bipolar a EE.UU. es el psiquiatra Joseph Biederman, que lleva años haciendo estudios y conferencias sobre el tema y que recibió 1,6 millones de dólares entre el año 2000 y el 2007, procedentes de las farmacéuticas que fabricaron los medicamentos para dicho trastorno, al parecer para dedicarlos a seguir investigando la enfermedad”.
Hasta los años noventa era una afección desconocida en los niños. Ahora ya es uno de los diagnósticos más frecuentes en psiquiatría infantil, las visitas se han multiplicado por 40 en menos de 10 años, siendo muchos de los “enfermos” niños de dos y tres años.
Las rabietas, berrinches o caprichos, también forman parte del DSM. Incluso, se recomienda tratarlas si son más de tres a la semana durante un año aunque se trate de niños pequeños, de entre 2 y 4 años, donde esas actitudes son no sólo frecuente sino naturales y esperables.
El gobierno estadounidense dice en base a estos parámetros que uno de cada cinco niños tiene un trastorno de la salud mental manejando el siguiente cuadro:
TDAH – 7 % de los niños han sido diagnosticados. (Trastorno de déficit de atención con o sin hiperactividad)
TRASTORNOS DE CONDUCTA – 3,5 % niños
TRASTORNOS DE ANSIEDAD – 3% niños
DEPRESIÓN – 2% niños
AUTISMO – 1% niños
SINDROME DE TOURETTE – 2 de c/ 1000 niños
El TDAH es diagnosticado a través de cuestionarios plagados de términos que dependen del criterio de quien lo llena como poco, demasiado, a menudo estas preguntas son contestadas habitualmente por los padres o maestros.
El T.G.D. o espectro autista (como figura en el DSM V que amplía aún más su cobertura) se diagnostica como el TDAH con cuestionarios (en este caso el chat) que habitualmente responden los padres según lo que les parece poco, demasiado, habitualmente.
“Hay profesionales que trabajan desde la idea que es genético y es necesario remarcar que hay que pensarlos desde cuestiones psicosociales. A los padres les alivia la culpa el pensar que sus hijos nacieron así y que tienen la solución al alcance de la mano”, concluyó Portaneri.