La industria, que cuenta con una mayoría de capitales nacionales, incrementa su facturación y eleva la producción en busca de reducir el déficit comercial con más exportaciones
Por Luján Scarpinelli | LA NACION
Uno tras otro y en orden alfabético, están compilados en un libro. A diferencia del diccionario de la lengua española, en el vademécum las definiciones no revelan significados sino presentaciones comerciales, con dosis y grados de concentración de drogas. Estas páginas contienen el mercado de medicamentos en el país, que mostró en los últimos años una dinámica expansiva.
Sólo en el segmento minorista, la industria facturó en 2012, $ 29.154 millones con un total de 677.495 millones de unidades. Según datos de la consultora IMS, el incremento interanual en volumen fue del 4,4%, mientras que el ritmo de crecimiento en valores alcanzó un 24,1 por ciento. En la firma Investigaciones Económicas Sectoriales (IES) explican esa diferencia como un incremento en los precios de venta.
Aunque hubo una desaceleración en el ritmo de crecimiento en unidades respecto de años anteriores, el mercado de los medicamentos en la Argentina continúa ocupando el cuarto lugar a nivel regional, con un horizonte promisorio. Más allá del retail, el mercado alcanza una mayor dimensión al sumar la demanda de instituciones de salud, y del Estado que actúa como el principal demandante de productos farmacológicos. Se estima que las compras públicas representan un 60% del total.
En 2012, evalúa Mauricio Claverí, economista de Abeceb.com, “el impacto de la intensificación de la política comercial restrictiva y del control del mercado cambiario no parece haber frenando el desarrollo del sector que siguió su pauta positiva y que tiene en carpeta varios proyectos de inversión”. Estos anuncios sumaron $ 875 millones el año pasado. Para el presente, Claverí cree que la demanda inelástica mantendrá al sector pese a las bajas expectativas económicas.
En un plazo más largo, influirá en el país el envejecimiento de la población. Esto es, para los fabricantes de medicamentos, la ampliación de un grupo etario de alto consumo.
En la Argentina existen 230 laboratorios y 110 plantas de producción (93 nacionales). “A diferencia de otros mercados de la región, la Argentina tiene un sector nacional muy consolidado, que ha convivido durante mucho tiempo con las grandes multinacionales y tiene una participación mayoritaria en el mercado”, describe Claverí. La mayoría de los medicamentos que se consumen a nivel local son fabricados aquí; el porcentaje asciende, de acuerdo con la Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (Cilfa), al 71,8 por ciento. El resto, son importados. De allí que tres firmas nacionales integren el podio de facturación de IMS: Roemmers, Bagó y Elea. El Lotrial y el Tafirol, los dos medicamentos más vendidos, también son hechos aquí. Respecto de los nuevos medicamentos registrados por el órgano de control, la Anmat, hubo una caída desde los 680 anotados en 2010, a 404, en 2012.
Pese a la preeminencia local, el sector tiene una balanza comercial deficitaria. “En los últimos años la participación de los medicamentos importados en el mercado interno creció aproximadamente cuatro veces”, detalla un estudio de Cilfa. El rojo comercial avanza. El año pasado, las exportaciones crecieron 14,5%, pero las compras al exterior treparon 17,9 por ciento. El déficit que acumuló US$ 1191,4 millones, preocupa al Gobierno, que controla de cerca el ingreso y egreso de dólares. El año pasado, en el momento de mayores trabas a la importación, hubo algunos faltantes; en la industria creen que fueron casos puntuales. El programa oficial para revertir el déficit es el Plan Estratégico Industrial 2020, que pretende alcanzar un superávit de US$ 1538 millones con un “salto exportador”. Pero todavía faltan muchos pasos por dar.
La cámara que agrupa a los laboratorios locales atribuye el signo negativo a sus competidores multinacionales: “Los laboratorios de capital nacional tienen superávit comercial mientras que las empresas extranjeras son fuertemente deficitarias”, remarca Cilfa, que habla de un proceso de desinversión.
En la Cámara Argentina de Especialidades Medicinales apuntan que “la mayoría de las empresas internacionales que vendieron sus plantas [en la crisis] lo hicieron con acuerdos de tercerización, con lo cual, se siguió produciendo en el país”. La producción local para el mercado interno ronda el 40 por ciento.
Al inicio de la cadena, el proceso depende de la importación de insumos (principios activos). En el siguiente eslabón, los avances de la medicina y los costos de la alta complejidad hacen que los locales queden rezagados en algunos medicamentos, como los biológicos.
“Moreno nos pidió llegar al 1×1, pero le explicamos que es muy complicado. La industria se maneja en el mundo con plantas especializadas. Lo que sí podemos proveer desde aquí es, por ejemplo, estudios clínicos que vendemos a la matriz”, señala Andrés Graziosi, gerente general de Novartis, que invirtió en ese servicio $ 130 millones en 2012. Pfizer, el dueño de Ibupirac, volcó $ 60 millones desde 2010, entre otros proyectos, para empacar cinco medicamentos que importaba como producto final. Este año volcará otros $ 50 millones. Tanto Novartis como Pfizer participan con Sinergium Biotech en la fabricación de vacunas y productos biotecnológicos para sustituir importaciones en el largo plazo.
Precios bonificados
El precio de los productos farmacológicos está regulado. Desde 2007, Guillermo Moreno maneja de cerca los incrementos, igual que en los alimentos. “Cada año, habilita subas según el tipo de medicamento: los masivos suben 8%; los especiales, entre 10 y 12%, y los premium, alrededor de 14%”, detalla el representante de un laboratorio muntinacional. En este sector también existen acuerdos de precios. El que está en vigor en toda la industria incluye un listado de 600 productos (sus presentaciones comerciales) con un una rebaja del 30 por ciento.
Fuente: La Nación