Un nuevo antiviral incrementa las posibilidades de cura de la hepatitis C

Una nueva era en el tratamiento de la hepatitis C fue inaugurada con la introducción de toda una nueva generación de medicamentos que permiten ampliar significativamente el porcentaje de pacientes que alcanza la cura. El más reciente es el boceprevir, un antiviral de la familia de los inhibidores de la proteasa que acaba de ser lanzando en la Argentina, y que está indicado para el tratamiento de hepatitis C crónica. La adición de estos nuevos fármacos a la terapia convencional aumenta las posibilidades de eliminar al virus del cuerpo del paciente.

“Los cambios en el tratamiento de la hepatitis C ocurridos en los últimos años fueron vertiginosos y es de esperar que la vida media de las novedades vaya a ser cada vez más corta, ya que entramos en una etapa de desarrollo del conocimiento y de las tecnologías tan vertiginosa que, al poco tiempo de aprendido el manejo de las nuevas drogas, ya van a surgir alternativas que nos obligarán a reentrenarnos nuevamente de manera muy dinámica”, comentó Marcelo Silva, jefe de Hepatología y Trasplante Hepático del Hospital Universitario Austral.
Es que a diferencia del tratamiento estándar de la hepatitis C, que tiene como finalidad mejorar la respuesta del sistema inmunológico del paciente ante el virus, los inhibidores de la proteasa fueron diseñados para “pegarse” al virus de la hepatitis C, impidiendo su multiplicación. La adición de estos nuevos fármacos a la terapia convencional aumenta las posibilidades de eliminar al virus del cuerpo del paciente.
“La aprobación por parte de la Administración Nacional de Alimentos, Medicamentos y Tecnología Médica (ANMAT) del boceprevir así la de otro inhibidor de la proteasa del virus de la hepatitis C, llamado telaprevir, nos  permite contar con una opción de tratamiento muy superior a la convencional, incrementando la tasa de curación en más de un 25% de los casos”, sostuvo Silva.
Un dato importante que señaló el especialista es que “la mayor eficiencia en la erradicación definitiva del virus de la hepatitis C de los nuevos fármacos ocurre tanto en los pacientes vírgenes de tratamiento como en aquellos que fracasaron a tratamientos previos”.
Actualmente, el uso de los inhibidores de la proteasa está indicado para los pacientes mayores de 18 años que tienen una infección por el virus de la hepatitis C de genotipo 1. El genotipo 1 no sólo es la variante más frecuente del virus de la hepatitis C, sino que también es la más difícil de curar con los tratamientos convencionales.
Para el doctor Silva, el futuro del tratamiento de la hepatitis C crónico es muy promisorio: “Existen otros fármacos antivirales orales que aún están en fase de desarrollo, los llamados inhibidores de proteasa de segunda generación, que van a ser aún más potentes y fáciles de administrar.”
 
Una infección de alta prevalencia
 
La hepatitis C crónica es una inflamación del hígado que resulta de la infección por el virus de ésta. Uno de los problemas para su adecuada atención médica es que muchas personas infectadas no experimentan síntomas durante la fase aguda de la infección, por lo que desconocen que tienen la afección. “Se trata de una enfermedad silenciosa hasta que se presentan las complicaciones tardías. Debemos recordar que la cirrosis por hepatitis C es la causa número uno de trasplante hepático en el mundo, y que de acuerdo a la región geográfica es la causa número uno o dos de cáncer de hígado”, advirtió el doctor Silva.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) estimó que 170 millones de personas se encuentran infectadas con el virus de la hepatitis C, lo que representa el 3% de la población mundial. En Latinoamérica, se estima que unos 10 millones de personas están infectadas con este virus que se transmite, principalmente, a través del contacto con sangre infectada.
En un estudio publicado por un grupo de investigadores de la región se recabó información epidemiológica de la Argentina, Brasil, México y Puerto Rico, documentándose una prevalencia de infección por hepatitis C en la población general de entre el 1 al 2,3 por ciento. A diferencia de los Estados Unidos, en donde hay un pico de mayor prevalencia alrededor de los 45 años de edad, en la región, los picos de mayor prevalencia se dan a los 30 y a los 60 años de edad.
Afortunadamente, concluyó el especialista, la disponibilidad de tratamientos cada vez más efectivos subraya la utilidad del diagnóstico temprano: “El paciente tiene que entender que esta enfermedad silenciosa tarda más de 20 años en progresar a la cirrosis o al cáncer de hígado. El diagnóstico y la consulta a un especialista en enfermedades hepáticas de manera precoz son las mejores herramientas para prevenir su avance”.

Diario de Madryn 17-10-02