El artículo 1 de la recientemente reglamenta norma dice: ” Quedan sometidos a la presente ley y a los reglamentos que en su consecuencia se dicten, la importación, exportación, fabricación, elaboración, fraccionamiento, comercialización o depósito en jurisdicción nacional o con destino al comercio interprovincial, circulación, distribución, control de calidad, información y publicidad, prescripción, dispensación, evaluación, autorización y registro de los medicamentos, de las drogas, productos químicos, reactivos, formas farmacéuticas, medicamentos, elementos de diagnóstico y todo otro producto de uso y aplicación humanos, así como la normativa de su uso racional y la intervención de estupefacientes y psicotrópicos”.
Claro que la ley tiene un espíritu federal, consensuado y llena de buenas intenciones. Ninguno de los protagonistas de la historia de la ciencia médica y menos de la farmacéutica pretende que este tipo de mecanismos constitucionales – como lo es una ley – no funcionen, pero de ahí a que alguna vez la Argentina pueda “liberarse” de la hegemonía de las grandes multinacionales de la salud hay una distancia enorme y a primera vista parece imposible.
Ahora salió la reglamentación que establece que la investigación y producción en los laboratorios públicos se orientará prioritariamente a la generación de medicamentos esenciales. Con la reglamentación se espera que la producción aumente y que sea coordinada. Se dará preferencia a los laboratorios públicos en las compras del Estado. La reglamentación valora al medicamento como bien social y fortalece la soberanía sanitaria del país. Al facilitar el acceso, se garantizará el derecho a la salud, según los especialistas.
Las grandes corporaciones esgrimen datos que al momento de reflexionar sobre el asunto son irrefutables. Muchas veces se desconocen las cifras que se manejan cuando se habla de estudiar una molécula que, entre miles que se descubre, solo una llega a convertirse en un remedio. Es lógico que quien invierte semejante sumas de dinero tenga su recompensa. Para dar un ejemplo, el desarrollo que se hizo para investigar la vacuna contra el virus de papiloma humano HPV, le costó al laboratorio alrededor de 5 mil millones de dólares solamente en investigación, sin sumar los costos de su fabricación. No obstante, cualquier intento de hacer valer nuestra soberanía e independencia sobre esta y otras materias, debería ser prioritario.
Fuente: Diario San Rafael – www.diariosanrafael.com.ar