Treinta de los 300 laboratorios controlan la cadena de producción. Son firmas nacionales y extranjeras. Ese núcleo fabrica el 80% de los remedios más consumidos y representan el 90% de la facturación total del sector de $ 38 mil M. Hoy en el ojo de la tormenta por el incumplimiento parcial del acuerdo de precios que rubricaron con el gobierno nacional, los fabricantes de medicamentos representan un caso de concentración e integración horizontal que explica en buena parte su conducta de precios al consumidor. Una radiografía del sector permite ver que, con una escala menor, los laboratorios nacionales y extranjeros tienen una estructura de comercialización y producción similar a la de grandes conglomerados como Techint o Arcor.
Con una diferencia sustancial: la mercancía que venden tiene valor sanitario y social. Por esta razón, un negocio en el que los productores de medicinas son también los dueños de la distribución y de una parte de las bocas de venta al público, termina generando facturaciones récord para los laboratorios, con remedios caros para el público y una renta limitada para las farmacias.
En Argentina, y según los últimos registros de habilitación de la Administración Nacional de Medicamentos, Alimentos y Tecnología Médica (Anmat), hay 300 laboratorios. De ese total, 50 son grandes y, dentro de ellos, sólo entre 20 y 30 nacionales y extranjeros manejan los hilos del mercado. De acuerdo al último estudio de la división Argentina de la consultora IMS, los 30 primeros laboratorios tienen el 86,14% de la facturación total estimada entre los $ 38 mil millones y $ 40 mil millones anuales. De esos 30 laboratorios, el 60% son empresas de capitales nacionales pero con penetración internacional e importantes niveles de exportación.
Los principales fabricantes de remedios son propietarios además de las compañías más grandes y hasta manejan cadenas de farmacias.
Las firmas farmacéuticas de mayor envergadura son Roemmers, Bagó, Gador, Elea (nacionales); y Pfizer, Bayer, Boehringer, y Abbot (extranjeras), entre las cuales se reparten la producción de casi el 80% de los medicamentos más demandados, entre ellos los cardíacos, para enfermedades crónicas e hipertensión.
De hecho, un informe del sector basado en datos de la Secretaría de Política Económica-INDEC, consigna que Bayer lidera las ventas con algo más del 16%, seguida por Roemmers, con casi el 10%; Roche con el 9 y medio y Novartis con algo más del 7%. Entre esos gigantes de la industria, la gran mayoría exporta al mundo, a destinos convencionales como Uruguay o Brasil; y a otros mercados menos comunes como Perú y hasta India. Según datos aportados por el sindicato de Farmacéuticos y Bioquímicos, Roemmers, Bagó, Elea, Gador, Raffo, Phoenix y Sidus.
Las empresas están nucleadas hoy en cuatro cámaras: La Cámara Industrial de Laboratorios Farmacéuticos Argentinos (CILFA), que agrupa a los nacionales; la Cámara Argentina de Especialidades Médicas (CAEME), en la que se aglutinan las multinacionales; Cooperala, la cámara de las pymes y cooperativas; y la Cámara Argentina de Productores de Medicamentos Genéricos (Capgen). Esta última la que más ha penado el lobby de los grandes laboratorios, y que –a pesar de la conveniencia de sus precios– pierde por goleada ante los niveles de inversión en publicidad de esas firmas.
A pesar de la Ley de Genéricos, impulsada por el ex ministro de Salud nacional, Ginés González García, este sector sigue teniendo problemas.
El segundo eslabón de la cadena, el de la distribución de medicamentos, también está casi monopolizada por los laboratorios de mayor peso. Hoy hay en el país cerca de 400 droguerías, y hay tres que tienen en su poder los productores. Disprofarma está integrada por Bagó, Elea, Montpelier, Pfizer, Gramon y Lilly. Lo mismo ocurre en los casos de las droguerías Sudamericana; Monroe Americana; Rofina, que es propiedad de Roemmers; Farmanet, al mando de Gador; y Droguería Global, de varias multinacionales, entre ellas Temis Lostaló. Otra de las grandes que pertenece a los laboratorios es la droguería Del Sud. Con este esquema, los laboratorios producen y distribuyen ellos mismos y, como se verá a continuación, también ponen precio minorista y venden buena parte de su mercadería en bocas de expendio de su propiedad.
Las farmacias, el último eslabón de la cadena de medicamentos, es un negocio rentable sólo para algunos. Existen en territorio nacional más de 11 mil farmacias. Si las leyes nacionales antimonopolio operaran con normalidad, sería difícil que los laboratorios también pudieran estar en la venta minorista. Hoy, las grandes empresas son propietarias, a veces con distintas razones sociales, de las cadenas RP y Vantage, entre otras. Vantage es propiedad del laboratorio Sidus, y ha sido una de las estrellas del boom de las farmacias “franquicia”. Lo curioso es que está vigente en todo el país la Ley 17.565, que establece la diferencia de propiedad que debe haber en toda la cadena de producción de medicamentos, es decir, que el que produce un remedio no puede distribuir ni vender ese producto.
Marcos Leonetti, economista y director de La Economía online, explicó a Tiempo Argentino que “la integración horizontal de la cadena ha logrado que las droguerías pequeñas o desaparezcan o bien se vean obligadas a integrarse con la más grandes. Esta concentración hace además que muchos de los grandes laboratorios negocien directamente con las farmacias”. El especialista agregó que “además, el problema con los precios de los remedios tiene que ver también con que nunca vamos a conocer cuál es su estructura de costos”. Y puso un ejemplo del poder de lobby, al asegurar que Roemmers vende en el país y sin receta el medicamento Amoxidal, único ejemplo mundial de dicha práctica.
La concentración del sector afronta otro problema grave, que es la formación de precios. En este contexto, los laboratorios fijan el valor de producción y el resto de la cadena vende al precio impuesto. Además, cuando las obras sociales o las prepagas otorgan descuentos, los laboratorios hacen que las farmacias más pequeñas compartan ese costo. “Por esto, las farmacias no tienen más del 325% de rentabilidad bruta”, consideró Leonetti. Este punto es clave para ver cómo funciona el reparto de ganancias. De acuerdo a cifras del sindicato de Farmacias, en los medicamentos con 40% de cobertura, tomando como precio de venta al público $ 100, el paciente paga $ 60, el costo para la farmacia (-31%) es de $ 69. Y el reintegro a 90 días (-20%) es de $ 20. Lo que da una ganancia de $ 11. En los de cobertura al 80%, el paciente paga $ 20; la farmacia costea $ 69 y tiene $ 60 de reintegro, gana $ 11. Así, en distribución de utilidades, la industria se queda con $ 65, la droguería 4 y la farmacia con 31 pesos.
Inversión en remedios
Hoy, el 20% del ingreso de una familia tipo en Argentina se destina a medicamentos. Y ese monto es más alto en los sectores pobres sin cobertura.
Fuente: Diario Tiempo Argentino