El arsénico (As) es un elemento ubicuo ampliamente distribuido en la naturaleza. Sus propiedades organolépticas lo hacen imperceptible.
La mayor problemática respecto a este elemento es la contaminación de las aguas, especialmente los acuíferos subterráneos (napas). Estos cuerpos de agua están en contacto con rocas que contienen sales inorgánicas de As en concentración variable. El As es transferido naturalmente a las aguas por procesos de solubilización o lixiviación, contaminando los recursos acuíferos. Consecuentemente, las poblaciones que consumen de estas aguas, se encontrarán expuestas al As por tiempos prolongados y con una elevada probabilidad de padecer sus efectos deletéreos.
La exposición humana al As, se produce por consumo de las aguas con elevados contenidos y por la ingesta de alimentos preparados con estas aguas o cultivados con aguas conteniendo el tóxico.
La intoxicación ambiental por As es conocida como Hidroarsenicismo Crónico Regional Endémico (HACRE) o arsenicosis.
Varios países incluyendo a Chile, Bangladesh, China, India, México, Tailandia y Estados Unidos de Norte América, han reconocido presentar esta problemática.
La contaminación ambiental por As vuelve al escenario mundial, luego de que la comunidad científica internacional revelase la crítica situación que se vivía en países asiáticos tales como India y Bangladesh.
En la década del 70, en dicha región, se intentaba palear la mortandad que se daba por el consumo de aguas contaminadas con microorganismos patógenos, razón por la cual se estima, morían anualmente un cuarto de millón de niños. Este hecho llevo a UNICEF y al Banco Mundial a destinar fondos para la construcción de perforaciones con el objeto de suplir la fuente de agua y así evitar tantas muertes. Varios años después, comenzaron a registrarse centenares de afectados por la exposición crónica al As proveniente de estas perforaciones, el cual no fue considerado al momento de evaluar la salubridad de las aguas extraídas de éstas.
Esta catástrofe se considera como la intoxicación masiva más grande que se haya dado a nivel mundial y, comparativamente, supera ampliamente el desastre radioactivo de Chernobyl.
En la actualidad, en materia de exposición ambiental al As, se podría decir que el que busca encuentra. A pesar de que el As es reconocido históricamente por sus propiedades tóxicas, el estudio del As es materia de intensa actividad científica en busca definir regiones contaminadas y comprender su toxicidad y verdadero poder patogénico.
Los síntomas del HACRE se caracterizan por una secuencia de trastornos dermatológicos que incluyen la aparición de hiperhidrosis palmo plantar (sudoración excesiva de pies y manos), hiperqueratosis palmo plantar (aparición de callosidades en la misma región) y melanodermia (alteraciones en la pigmentación de la piel). Con el tiempo las callosidades se agrietan y se tornan dolorosas volviéndose invalidantes para la actividad normal de las personas afectadas. Estos trastornos dermatológicos, pueden malignizarse observándose posteriormente la aparición de distintos tipos de cánceres entre ellos el de piel. Además de este tipo de cáncer, el As puede causar cáncer de vejiga, pulmón, hígado, y riñón. La Agencia Internacional de Investigación del Cáncer (IARC, por sus siglas en inglés) categoriza al As inorgánico dentro del grupo I, como una substancia con comprobada acción carcinogénica para el humano, en base a evidencia epidemiológica.
Cada vez son más los desórdenes en la salud asociados a la exposición al As, dentro de los que se cuentan enfermedades pulmonares como la bronquitis, la enfermedad pulmonar obstructiva crónica, las bronquiectasias; enfermedad del hígado como la fibrosis portal no cirrótica y otros desórdenes como la polineuropatía, la enfermedad vascular periférica, la hipertensión, ciertos trastornos cardíacos y la diabetes mellitus. Recientemente también la exposición al As ha sido asociada con retraso mental y discapacidades del desarrollo cognitivo, alteraciones psicológicas, sensoriales y del habla, en niños. También se describieron efectos sobre la gestación tales como el aumento de la mortalidad fetal, neonatal y post-neonatal, el bajo peso al nacimiento además de la presencia de anemia en la madre.
En la Argentina, la situación relacionada a la contaminación ambiental con As es paradójica. Al principio del siglo XX se definía en la Provincia de Córdoba la “Enfermedad de Bell Ville” la cual, unos años después, se redefiniría como HACRE. Casi cien años transcurrieron desde el descubrimiento en nuestro país de la exposición ambiental al As y hoy no se cuenta con información certera sobre la magnitud de la población probablemente afectada.
Existe suficiente evidencia científica que indica que una parte del territorio argentino presenta agua con niveles de As perjudiciales para la salud (0,2 a 3,0 mg/l) y comparables a los niveles reportados en las regiones asiáticas antes mencionadas. Por otra parte restan muchas regiones que aun no han sido exploradas por lo que la incertidumbre relacionada a la problemática del HACRE en nuestro país sigue siendo grande.
En el año 2007 el Ministerio de Salud de la Nación, publicó los resultados del primer esbozo sobre la problemática a nivel nacional donde se recopiló toda la información disponible, pudiéndose realizar un mapeo del territorio por nivel de As en agua de consumo.
Este documento puso de manifiesto la vasta región del país con déficit de información acerca de los niveles de As en sus recursos de agua. Además, mucha de la información volcada en ese informe era desactualizada ya que provenía de análisis realizados varios años antes. El nivel de As en las napas puede variar a lo largo de los años dependiendo de las condiciones climáticas (lluvias y temperatura).
Otras actividades pueden modificar el escenario de la contaminación con As como es el caso de la megaminería. No hay datos en nuestro país, sobre el impacto ambiental que esta actividad provoca. La remoción de grandes superficies de terreno o el depósito de los desechos de la actividad de obtención de metales preciosos, puede llevar a exponer reservorios de minerales ricos en As, los cuales pueden contaminar las napas y los recursos acuíferos de la región. Claros ejemplos del impacto de esta actividad, son los reportados en varios países tales como, México, Brasil, Chile, Estados Unidos, Australia y Canadá, entre otros.
Estos hechos revelan la necesidad de instrumentar un programa periódico y permanente de vigilancia de los niveles de As en aguas, para ampliar el mapa de relevamiento de zonas con As en los recursos hídricos y para monitorear los cambios temporales en las concentraciones que se puedan producir.
En el año 2007 se incorporó en el artículo 982, capítulo XII del Código Alimentario Argentino, el estándar de As para agua de bebida de 0,01 mg/l, recomendado por la Organización Mundial de la Salud (OMS). En dicho artículo se dio un plazo de cinco años para alcanzar ese estándar de calidad, en regiones con altos contenidos de As. Lo contradictorio (por no decir absurdo) de esta situación es que en gran parte de la Argentina aún se desconocen los niveles de As en aguas de consumo. Recientemente y pasados los cinco años de gracia, se prorrogó por cinco años más el plazo previsto anteriormente, “… hasta contar con los resultados del estudio -Hidroarsenicismo y Saneamiento Básico en La República Argentina -Estudios básicos para el establecimiento de criterios y prioridades sanitarias en cobertura y calidad de aguas…”.
La problemática del hidroarsenicismo se observa mayormente en población rural y dispersa, sin embargo, y a pesar del conocimiento de la historia de hidrorasenicismo, en algunas regiones de nuestro país, en la actualidad, existen centros urbanizados con niveles de As muy elevados en el agua de bebida.
Resultados obtenidos recientemente por este grupo de trabajo, en una región del noroeste de la Argentina (Santiago del Estero-Chaco), indicaron que estas poblaciones ingieren As llegando a superar más de treinta veces los valores máximos considerados “seguros”, entre quienes los niños, son los más expuestos y afectados por esta situación.
Mucho queda por comprender en cuanto a la toxicidad del As, particularmente en regiones con niveles inferiores de exposición (niveles de As en agua entre 0,01 y 0,2 mg/l) y con elevada densidad poblacional.
La cuestión es que las autoridades sanitarias tomen medidas e implementen soluciones.
Existen diversas alternativas para sanear el agua contaminada con As, dentro de las que se cuentan los procesos de precipitación/floculación del As con sales de hierro o aluminio, la utilización de resinas de intercambio iónico o la osmosis inversa, entre otras. Medidas de este tipo, sumadas a la instrumentación de programas de vigilancia de niveles de As en aguas de consumo (vigilancia analítico-toxicológica) y de vigilancia de manifestaciones clínicas relacionadas con la toxicidad del As (vigilancia epidemiológica) constituyen herramientas fundamentales para que el problema del HACRE, que cumple un siglo en nuestro país, comience por fin a ser historia.
Navoni, Julio A; Olmos, Valentina
Cátedra de Toxicología y Química Legal. Facultad de Farmacia y Bioquímica. UBA. Junín 956 7º (C1113ADD) Tel. 5411-4964-8283.
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Fuente: FFyB (UBA)